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Ejercicios para reescribir el amor en el mundo * Julia Wong

 

 

Ejercicios para reescribir el amor en el mundo

Por Julia Wong

Sobre Mi Amor es un Mundo de Marcela Manuel

En estos tres ejercicios, uno natural: Pleamares, uno didáctico: Turbulencias y uno placentero: Calma Chicha, Marcela Manuel reconstruye el mundo con la fuerza del inicio.

En el andamio biológico, Marcela se lanza a la destrucción para reencarnarse en pájaro nuevo:

Maravillame

Gaviota alborotada

Ahora

Haceme trizas tu memoria

A h o r a

Rescatame de la pérdida total de audición

Punch punch punch

Expandite

Maravillame

 

Ella misma convoca a las fuerzas de la naturaleza para asombrarse otra vez… y sólo el asombro es el comienzo de la poesía.

Luego, en la turbulencia del lenguaje, Marcela se lanza al soliloquio de la palabra perturbada :

¿fue esa vez?

Ves

Fue esa

La ves

La palabra suspendida en un instante recordado

Reconstruido minuciosamente

Fue esa vez

Fue en ese recuerdo cuando fue la palabra el día

Cuando fue

Que fue

Que fuiste…

 

Y nada mejor para entender la chicha y la calma que transportarnos a la pág. 119:

Mi amor es un mundo

Muy zarpado

Mi amor es un mundo

Muy zarpado

Muy zarpado

 

Con la nitidez del que acepta su destino sin quejas, dice:

Mi mundo

Tu amor

Mi amor

Tu mundo

Constelaciones

Galaxias

Amor

Te amo.

 

Viajera Editorial se ha venido consolidando cual proyecto tanto estético como urbano que pregona un concepto del Amor, como una propuesta personal, variable, pero sobre todo comunicativo. En un universo roto y desquiciado, las y los autores de Viajera se entrecruzan en este constante aluvión de propuestas. Es un enorme desafío para los escritores que convoca, pues invita a reflexionar y a investigar en la creación de un ars poética que difumine lo conocido para rearmar una nueva forma de mirar y transmitir el amor.

Pero al aceptar este desafío, entramos en el terreno pantanoso de una palabra tan, pero tan desgastada, que cuando se usa en tiempos de Instagram, telepatía multimedia y guerras climáticas, uno sabe muy bien que “amor” puede significar cualquier cosa, menos el sentido tradicional en la literatura del Amor.

En el prólogo de Fragmentos de un discurso amoroso, Barthes dice que el discurso amoroso de hoy es de una extrema soledad, que es un discurso quizás hablado por miles de personas pero que nadie sostiene. Barthes dice además que el discurso amoroso está abandonado, despreciado, escarnecido por los lenguajes circundantes y que, a ese lenguaje, sólo le queda su propia fuerza para reafirmarse.

Entonces puedo llegar al corazón de la reafirmación de este conjunto de poemas, asumiendo que el yo poético se ensancha y se ilumina así mismo a través de tres columnas importantes: el paisaje marino (origen y terruño de la autora), el descubrimiento del desamparo ante el lenguaje del otro y la capacidad para abordarlo desde la propia observación, y la síntesis de una búsqueda y un encuentro, en una batalla de palabras y sus sombras, que constituyen un quehacer poético casi ingenuo, intentando descubrir después de la ebriedad que el tiempo no ha muerto. Aunque hayamos caído en la más estremecida de las revoluciones, nos queda lo que siempre fuimos: el eco del deseo a través de un lenguaje del que nos apropiamos, para recomponernos y volver completos a la realidad.