Un libro que empieza con “y no me callo”, más declaración que epígrafe –es una cita de la misma autora–, más respuesta a una pregunta que vamos a reconstruir.
Un libro que tiene nombre propio, Artemisa –diosa cazadora y protectora de lo salvaje– y una cualidad escrita con mayúscula, “Urbana”, bien podría ser un apellido actual, contemporáneo. Es ahora y es en la ciudad: nuevos parajes para la también llamada Diana, nuevos peligros y velocidades.
Un libro, entonces, que está de hecho de (por) una mujer urbana, y lleva en su nominación aquello que es. ¿No sería éste el sueño de la poesía? Decir lo que “es”, o mejor dicho, que el decir sea, la magia de las palabras que nombran con la potencia y precisión del nombre propio, no el “apropiado” (que tenemos que construir durante toda la vida), sino el secreto, el íntimo, el que nos dice por completo como si volviéramos a nacer. Si hay algo que nos pide Artemisa para entrar en sus poemas es despojo. Partir es emprender el viaje o la lectura; en el equipaje, la mirada, la atención, el oído. El cuerpo va desnudo.
Karina Macció
*
Caoba en los ojos
el pelo de sol y toda la fuerza del mundo
en las patas
corazón incondicional y todo mío
te falló
en su traición esta lejanía
el abandono
partida que se hace carne
descarna desarma
silencioso tu jardín
te cobija el viejo azahar
imperturbable eterno
guardián inocente
Salvador
en la noche oscura de mis 32.
*
Playa ensoñación
descansar sobre cristales y hundirse
placer de ser recibida
sol líquido que acaricia curvas sin explorar
te lame te quema te invita
sumergida en verdemar
llego a tu lecho
ansiosa
abierta su boca ofreciéndome ser
y yo acepto envolverme en vapor
rosa.
María de los Ángeles Raggio