Quiénes somos

Hacemos libros de literatura contemporánea, especialmente de poesía, pero no distinguimos géneros, la narrativa y los bordes nos apasionan; lo poético es una acción de la escritura que buscamos.

Nos gustan mucho los libros como objetos en sí mismos, amuletos que nos acompañan y que podemos anotar, tocar, oler, dejar escondidas ideas y sensaciones. Por eso, nos importa mucho el diseño, los colores, las ilustraciones y los detalles de cada libro.

Queremos que cada libro sea único, que capture en su portada algo de quien lo escribió, del estilo de su escritura, y a la vez tengan ese aire parecido entre sí, esa marca distintiva de un libro viajero.

Breve historia viajera para contar de dónde vinimos y a dónde vamos

Por Karina Macció

Amo los libros, no puedo vivir sin ellos. Me encanta que se reproduzcan en la biblioteca, es lo único que me permito acumular, pero también porque me encanta dispersarlos. En todos los proyectos en los que anduve, desde Zapatos Rojos a Cabaret Voltaire, por cualquier café o bar donde se leyera o actuara, siempre existió una mesa con libros, una mini librería con libros inhallables en otra parte. Lxs autorxs se llevaban algunos y dejaban otros, la mesa se iba haciendo más tupida y empezamos a trasladar valijas. Era 1999 y no he dejado de mover libros nunca más.

Parte del mismo viaje fue la idea y el deseo de armar una editorial. La mayor justificación era hacer libros –nunca habrá suficientes en el mundo. El catálogo debía ser algo vivo, algo que pudiéramos escuchar, personas para conversar sobre literatura, escucharlas leer en vivo sus textos. Los libros tenían que ser hermosos, por dentro y por fuera, objetos que nos invitaran a abrirlos. ¿Cómo hacer que alguien elija nuestros libros? Es como enamorarse, pensé. Hay que seducir a lxs lectorxs. Entonces: un libro de diseño simple pero contundente, definido por el color (los colores son energía y cada uno transmite algo); un libro hecho con los mejores materiales sin que resultara inaccesible, y lo fundamental: en su corazón, una escritura sorprendente, brillante, un viaje para los sentidos, una voz para dejarse llevar.

Hacia fines del 2005 y comienzos del 2006, se iba armando en mi casa un taller que no paraba de crecer. Necesitaba encontrarle un espacio propio, una nueva casa sólo dedicada al encuentro de los grupos de lectura y escritura. La búsqueda comenzó. Al mismo tiempo, apareció un nombre que condensaba todo lo que quería del proyecto: Siempre de Viaje – Literatura en progreso. Un lugar portátil, un rincón material para juntarse con la propuesta de viajar en las letras, de sentir en todo momento el viaje de la vida, atravesado siempre de literatura. La necesidad imperiosa de traducir en palabras las experiencias, de generar poesía, relatos, toda clase de escritos. La necesidad absoluta de estar en movimiento, porque el tiempo nos ocurre a cada instante y nos cambia. Podemos quedarnos leyendo en un sillón, como dice Girondo, pero el sillón se transforma, inevitablemente, en transatlántico. Otros versos venían a mí y me alentaban, como los de Alejandra Pizarnik, “Pero arremete ¡viajera!”.

En el 2007 aparece la posibilidad de abrir un espacio en el Abasto. Allí, en unas torres altísimas, un departamento se transformó en la Guarida Literaria. Siempre de Viaje estaba, aún sin saberlo, oficialmente inaugurado. Sus integrantes ya le daban calor, lo agitaban, expandían sus sentidos. Estaban listos los primeros libros, después de años de trabajo y de exposición en ciclos, ferias, festivales, ahora sí: Viajera florecía en el 2008.

Desde ese momento, hemos vivido un sinfín de aventuras. Nos hemos transformado y multiplicado, seguimos viajando, siempre. Lo más importante sigue siendo hacer libros que sean inolvidables. Leer, escribir, viajar: los verbos frecuentes y favoritos de la Guarida Literaria, otras formas de decir: amar y vivir.

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