Lámpara es un libro de poemas-crónica, una entrada a la maternidad desde una visión que se demora en los detalles y en las preguntas que nos asedian a todas las mujeres cuando nos transformamos en madres. Hay otro cuerpo allí, frágil, que depende del nuestro, que nos mira y nos busca, pero eso también tiene fecha de vencimiento. ¿Qué hacemos después? Esa lámpara que terminó de incubar una vida quizás se pueda resignificar en el escritorio, dando luz a la lectura y a la necesidad de escribir.
Karina Macció
¿Es una madre la que habla?; ¿la “panza civilizada” es la panza poblada por bebé? ¿Lo que queda por fuera del hilo de unión, de la frontera visceral, en el tiempo de la espera, sería propiamente barbarie? ¿Qué imágenes maternales caen sobre la historia que la poeta descompone en fragmentos tan sensoriales como políticos? (...)
Hay una mujer que desea y hay una escritora que sufre. Hay vida después de la pandemia. Hay una mujer que se encandila con ese desconocido que la mira, la demanda, le pide comer, la hace reír, la llena de pánicos, le ensaya un lenguaje desconocido. Hay una humana que podría llegar a matar por un segundo de calma, por derretirse entre el ruido propio del silencio, por arrodillarse frente a la aventura del apagón.
Lucía De Leone
*
LA AMIGA GENIAL
El vestido cae bien sobre la panza oval civilizada
y tus pies
son palomas henchidas en la peor plaza.
Los motivos del cansancio ceden en un bar con jardín,
tu estadía es un alquiler
para tomar un té.
En la calle te dicen bendiciones que no conocías y aprendés una sonrisa ladeada.
Despertás
una madrugada
la misma sonrisa es una mueca inaugural:
vas a ir a un parto.
No se cruzan los murmullos de las vivencias:
puede tanto ser orgasmo como doce horas;
vas a tener silencio en casa
o vas a dormirte en un desierto.
Vas a un parto que es idea algo sale de vos
nada del verso que no conocías todo un alien gelatinoso
que te detente.
Antes de la escena,
en un curso expresivo, se acerca
la amiga genial:
luz que alumbra
dos adolescentes,
pelo lacio y fuerte,
botas necesarias,
una gráfica entera
y treinta viajes sobre el cuerpo.
Te observa
incrédula,
toda tolerancia.
Pone su mano activista
en tu hombro aún patriarcal, asume una igualdad
y te dice:
Vos no vas a un parto.
Le vas a ver la cara a tu bebé.
Ahora el día vuela el ruedo del vestido como restos de verano.
Cuando caminás ves sobre él
un perro seguro
de correa invisible.
*
BEBÉ INVIERNO
Nacés
en invierno
sos un bebé más parte,
manta envolvente.
Más ojo rasgado contra el pecho. Tan en mí,
los dos latidos en el silencio, adentro venoso en el adentro casero.
En el invierno más mío,
en el verano será del mundo. Doy la vida
que él hace renacer.
Lorena Tcach