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El mundo de Todos los hombres caen es de una naturaleza que reclama su lugar, que se rebela contra la barbarie civilizada que pretende ser el orden. Eso no solo no es suficiente, sino que está devastado, agrietado, roto. Los hombres caen por peso propio, porque se están transformando, ahora son más pez, lobo o ciervo, precipicio o torre. Caen porque ya no tienen palabra o metáfora, porque el amor es una cacería, porque lo que podía ser un padre (un ¿dios?) ha muerto olvidando quién era. Mauricio Dreiling nos lleva al borde del abismo, entre nieve y bruma, con versos que se deshacen en la hoja, con un ritmo preciso que ante todo nos muestra la caída, que la escritura es extrañamente incómoda y necesaria para vivir.
Karina Macció
*
los hombres oscuros
temen a la luna
en sus bocas el aliento
evapora
una hebra de sangre
espesa
apetito de lobo
escondido entre árboles
muertos ahora
el peligro emerge
gris bajo la corteza
en el bosque herido
los hombres rodean
sus huellas en la niebla
perciben cada rasgo
tienen miedo
un terror siervo
les recuerda el aullido
cuando durante el alba
mordaz silencia la luna
su belleza cadáver
y bestial como la nieve
cae rendida
la manada de los hombres
Mauricio Dreiling