Y entonces el hallazgo, el talismán, el secreto que se encuentra como un refugio portátil contra las vorágines impuestas, pero también como un acto definitivo, de atrevimiento orgulloso, de identidad: Hay un misterio al final de mi nombre / cuando termina el magal / la mirada colectiva / las manos de los otros. ¿Qué es la i de mi nombre, qué es? (…) Si para Borges el aleph era una esquina de una habitación oscura, para Magalí es la última letra de su nombre. ¿Desde dónde sentir al mundo vibrando en una plenitud que satura? ¿Cuál es la ventana, el nervio óptico que abre el deseo y no lo tapa? En Antes de dormir, definitivamente, es la escritura.
Axel Levin
Contra los pensamientos cuadriculados que tienen luz diurna, definida, contra la mente ordenadora que procesa mandatos e información (“racional / pedagógica / política / mente / mente / mente”), contra el mundo y en el mundo, escribir. La voz magalí responde, enfatiza, exclama como si fuera un grito, un llamado a la acción, ¡poesía!
Antes de dormir nos muestra que es urgente habitar, y habitarnos, abriendo otros espacios, con un tiempo diferente, que sepa contemplar el ritmo y el deseo de nuestro cuerpo. Soñar es nuestra exploración; la poesía, nuestra pista a seguir, el camino ondulado que nos lleva a estar despiertos, curiosos, cuestionando, con los sentidos a flor de piel.
Karina Macció
*
¿Correrme de la posición de sentir?
¿Correrme de los milquinientos
miedos
ruidos
preguntas?
¿Correrme del no saber
de la búsqueda
de despertarme a las 4 de la mañana y ponerme a escribir?
¿Correrme del sentir
de la humanidad que llama por dentro
que llama
adentro
que arde
adentro
como una llama
fuego
que no para de moverse
alimentarse
mostrar
colores nuevos
combinaciones?
¿Correrme de ese fuego que no para?
Correrme del percibir
esa llama
movimiento que no termina
vacío que nos recorre
infinito nudo
que pesa
como las palabras que pesan
los pensamientos que pesan
¿Correrme de todo lo que me habita?
Y me hace vibrar
sentir
¿Correrme de todo lo que me hace sufrir?
¿De todo lo que me hace sentir?
De todo lo oscuro que me habita y no tiene nombre
los miedos
el éxtasis
los milquinientos
ruidos
preguntas
todo lo que me convoca
que no puedo pensar
racionalmente
pedagógicamente
políticamente
racional
pedagógica
política
mente
mente
mente
¿Correrme de todo lo que no sea mente?
¿Correrme de todos los sin nombre
fantasías que invento
que suceden
que soy?
¿Correrme de todos esos momentos no productivos?
¿Correrme de todo lo que no sea útil
y que bien podría incluir en mi CV?
Claro, mi CV
mi currículum vitae
cuando vida y mente son totalmente lo mismo
racionalmente
mente
mente
mente
¿Correrme de todo lo que no pueda incluir
prolijamente
en un CV?
CV
Se ve
¿Correrme de todo lo que no pueda
bancarizar
contabilizar
entender
completamente?
Incluir en el CV
¿Se ve?
En un 100 %
como si eso existiera
en el género humano
como si eso fuera posible
visible
¿Lo ves?
¿Se ve?
¿Correrme del insomnio?
De las seguridades que se derriten
que caen por su propio peso
y llevan a la poesía
las mezclas
a una existencia del anti 100%
a una militancia del día a día en contra del 100 %
control
ser mente
CV con patas, pelos y rulos
Se ve
¿Se ve?
¿Que me corra de toda mi humanidad?
¿A vos te parece?
¿De los materiales de los que estoy hecha
palabras no dichas
vacíos
que fracasan
como todos los vacíos
que fracasan
y poder verlos
sentirlos?
¿En serio?
¿Correrme de la posición de sentir?
No, gracias.
Acá me quedo.
*
Caja verde-amarronado
Me acordé de mi abuelo Emilio, comía mandarinas y jugábamos a las
damas. Venía a la escuela primaria cuando había “actividades para
abuelos”. Saltaba la soga, hacía chistes y contaba historias. Había
un cuento que nos narraba a todos los primos: el del Gallo Pelao
Cursiento. Era sobre un gallo que vivía muchas aventuras y que en
las situaciones menos esperadas le agarraban ganas de hacer caca
(siempre hacía caca verde) y tenía que resolver no sólo el problema
que afectaba a toda la humanidad, sino también su propia cuestión.
Crecí con las historias de este antihéroe, que nos hacía reír y llorar
cada vez que nos juntábamos.
Magalí Levin