Fragmentos del fin - Eugenia Coiro

Explorar, 80 páginas, 2016.

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Latir, ingerir, respirar, digerir, respirar, soñar, dormir, respirar y quizá excretar el amor que ha llegado a su término, pero que la corporalidad se resiste a expulsar. Peor aún, que el olvido no quiere procesar, dentro del más complejo de todos los órganos: la memoria y sus inexpugnables fortalezas. Es una máquina que se ha desconfigurado y no encuentra el programa que la haga reiniciarse. Eugenia Coiro nos inquieta y revuelve en las olas de sus poemas: se me está volviendo costumbre extrañar lo que no ocurrió. Entonces el recuerdo, ¿sería una creación de la necesidad de amar algo que nunca, se tuvo? Lo desvanecido en esta historia no sería la experiencia vivida, sino ese amor que parecía real y las vivencias que le habría gustado tener.

Ricardo Czikk

Hilván de la memoria, arrullado eco de lo femenino Fragmentos del fin es la música caracol que rumia la poderosa energía del amor, desasosegado, eterno, fugaz, impenetrable. Música que encandila, arrebata, en la que ansiosos reconoceremos el compás. Un envejecimiento de la piel que delata el fin en mi mente.

Cada página nos ilusiona con que siempre habrá risa, también llanto porque la vida es contradicción. La órbita del cuerpo celeste principia a arrancar de nuevo, como el amor despechado. Así sabemos definitivamente que los fragmentos-vida, de tanto añorar, jamás terminan.

Cristina Eseiza

*

Todo comienzo es una trampa
el mar es redondo
algas invisibles, peces
caricias
el empuje adormece el cuerpo
en un hamacarse irregular
el tiempo deshecho.

Todo comienzo es
una trampa, un intento
la cubierta crujiente
del cangrejo oscuro
bajo la piedra
desaparece.

Los huesos las uñas
las perlas
todo es blando
el mar toma y devuelve
en arena
los montes.

*

Ahora ese pasillo oscuro es una incógnita. Escenario vacío del que
adivino mi espera. Tardabas más de lo que yo quería. Pero era tu
momento. Buscar la luz, el ángulo perfecto. En eso eras obsesivo.
Ese tiempo pasaba con nosotros en un mismo espacio, aunque
dedicados a cosas distintas. Vos, como un cazador inesperado.
Te parabas y decidías sacar o no la cámara de tu mochila. Yo no
preguntaba. Me mantenía en silencio, como si la presa pudiera
escapar. Me quedaba a cierta distancia, atenta por si necesitabas
que te ayudara sosteniendo algo o como modelo de luz. Con la
cámara en la mano, mientras buscabas la toma, yo te miraba,
hacía mi propia foto. Una imagen de palabras en la cabeza.

*

Miro el pasillo
ahora parece la entrada lateral
de un lujoso subterráneo.
Pero no.
Yo lo sé
estuve ahí.
Es una galería comercial del centro de Praga.

Miro la boca oscura
el cartel luminoso
las letras ilegibles
una luz amarilla
reflejada en el piso de mármol.

El encuadre es perfecto
una invitación a entrar por el túnel de sombras.
El camino se desvanece
donde estoy
sentada frente a la imagen
estática del pasado.

Miro la foto
y lloro el momento
el enigma
memoria traspasada
agujeros diminutos ocupando en negro
ese brillo del dolor.
Lo que quedó afuera ha desaparecido
la gente, los negocios, la calle, tu ropa aquel día
tu sonrisa
nuestro paseo.

El tiempo en huracán se llevó todo
salvo ese pasillo siniestro.

Eugenia Coiro