Al igual que en el primer tomo –que no necesita leerse para apreciar este, pero que su lectura contribuye a ampliar el universo de De Jager– aquí conviven los poemas, las prosas breves –esas que el mal gusto actual nombra “microrrelatos”–, las traducciones, perífrasis y adaptaciones, las síntesis de tramas de novelas nunca escritas, etc. Y todo eso, nos es presentado por un autor políglota y culto, que no teme mezclar lo alto con lo bajo, lo real con lo irreal, lo autobiográfico con lo fantástico, lo propio con lo ajeno.
Textos que admiten múltiples lecturas y un orden de lectura del todo aleatorio, los muchos textos que constituyen los dos volúmenes de Relámpagos tienen la virtud de la brevedad. Son, como diría cualquier vendedor que se precie, ideales para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Finalmente, estos textos magníficamente escritos requieren de nosotros la atención que podemos darles y no mucho más. En síntesis, una fórmula perfecta.
Jorge Fondebrider
*
La Hija de la Esfinge
Edipo, hábil acertijero,
te informo que agazapadita adentro de la vida
se encuentra una fiera atroz llamada Alétheia
Escondida en un libro o detrás de un espejo,
o escapando de la boca de alguien,
o en un ramo de lirios,
o detrás de una puerta entreabierta,
o en la más trivial de las encrucijadas
te toma por asalto,
y tiene por costumbre punzarte los ojos para abrírtelos más,
y dejarte tarado,
o sabio,
o ambas cosas.
de Contribución a un repertorio renovado
de seres imaginarios y animales míticos
*
El espejo chino
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender el arroz. La mujer le
dijo:
–Por favor, cómprame una peineta. Una peineta de plata.
En la ciudad, el hombre vendió todo su arroz y se fue a beber con unos
amigos. Cuando lleg. la hora de volver a casa, se acordó de su mujer. Ella
le había pedido algo, pero él no recordaba qué. Fue a la Tienda de Afeites y
Cosméticos. Intentó hacer memoria, pero nada. Sintiéndose algo culposo,
decidió comprarle a su mujer la carísima novedad de la temporada, un
espejo. Lo hizo envolver en suntuosas sedas.
Regresó al pueblo y le entregó el regalo a su mujer, quien, según la
costumbre del lugar y de la época, se retiró a sus aposentos para abrirlo. La
mujer se miró en el espejo y se largó a llorar. Su madre le preguntó cuál era
el motivo de sus lágrimas.
La mujer le dio el espejo, diciendo:
–De la ciudad, mi marido ha traído otra mujer.
La madre tomó. el espejo, lo miró y tranquilizó a la desconsolada:
–Hija, no tienes por qué preocuparte, es una vieja.
traducido y adaptado de Jean-Claude Carriere
*
Este es el registro
Este es el registro,
el rastro,
de la danza de unos dedos en un teclado.
Por falta de pr.ctica o de habilidad
l los dedos a veces se torpiezan.
Jan de Jager