“Para no ser/ yo/ me inventé un cuerpo”; “redibujé trazos/ finos”; “la boca se hizo letras/ dije todo”. Sobre el cuerpo viejo, con el cuerpo mutilado, todavía se puede escribir, y aún más, se puede crear otro cuerpo, siempre potente: el de la escritura. Es a través de la escritura que se puede atrapar y conjurar lo amorfo, contener la muerte, renovar la voz. El silencio, así, se convierte en el compañero perfecto, en algo tan imprescindible como el aire. Entonces la muerte ya no es una agonía dolorosa o sin sentido, sino más bien un estado que interrumpe el sentir para que todo se reconcilie (cuerpo, voz, pensamientos, sentidos), para que todo sea UNO (ya no hay mundo ni yo). Por medio de la escritura, se pueden desarmar las cajas de cristal, desandar las traiciones, re-inventar el yo. Se puede deshacer lo “real” y blanquear la experiencia, volverla algo que se pueda (sobre)llevar y apre(h)ender.
Los textos de Sentir Óseo no sólo permiten, sino incitan, a releer, a volver a empezar. Por eso, “victoria” se escribe con minúscula, es algo pequeño y cambiante, que se hace día a día. Por eso, también, más que un nombre (el de la autora) es una forma –ósea– de sentir: “escribo/ observo/ quiero hacer de esto/ una forma/ una manera/ un molde/ de vivir/ de enfrentar la vida/ de ser”.
Karina Macció
*