El mundo despiadado de las nubes - José Lupia

Descubrir, 84 páginas, 2020.

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Nubes de huracanes, tornados, nubes de ceniza y de las que hacen llover fuego, hielo o sapos. Son muchas las formas que pueden adoptar las nubes, y eso puede ser también un juego que nos lleva al cielo con la mirada, ver lo intangible hecho algodonosas figuras nos hace volar la imaginación, descubrir lo que parecía imposible al fin realizado. También algunos libros nos alientan a encontrar lo improbable hecho realidad, a develar el enigma detrás de la naturaleza aparente de las cosas. Dice Lupia en el poema Otros propósitos: “Escribo para que exista. / Para que comiences a pensar en eso y no te lo puedas sacar de la cabeza”.

Eugenia Coiro

José Lupia ha construido un libro con una arquitectura fantástica. A primera vista nos llama y entramos caminando con una seguridad “realista”. Pero al adentrarnos, la voz que seguimos se metamorfosea. De pronto, esa estructura que se veía segura, se hace nubosa, efímera, tan sutil que parece elevarse. La voz adquiere paulatinamente cuerpo y el personaje es el escritor, es el mundo-libro, es el lector. Porque no existe escritura sin lectura. “¿Qué pasa con las melodías que un viento entona en medio del desierto?”. No hay cuerpo sin otro. El desierto se instala para que aparezca lo que antes no se veía. En la línea del horizonte, irrumpe un destello, una tenue figura, un sonido lejano se acerca.

Karina Macció

*

Lugar

Tengo un lugar donde guardo las cosas que no guardo.
Un paisaje de abandono
habitado por palabras que no pronuncio.
No hay gravedad en ese espacio
sin estrellas ni lunas
no hay horas que empiecen o terminen.
Flotan las caras, los nombres, los momentos.
Lo olvidado se reúne.
Quizás
en un lugar así
ligeros de conciencia y de materia
vos y yo nos encontremos.
Cuando ya no pidan por nosotros
y nuestras manos no toquen
y nuestros ojos no vean.
Cuando seamos una de las cosas que ya nadie guarda.

*

Víspera

La bestia me mira.
Sus ojos son rojos.

Un día de estos va a comerme.
Podría ser ahora, por ejemplo.

Tiene los colmillos afilados y las garras alerta.
Su aliento me acecha como un vendaval en ciernes.
Me amenaza.

Todavía no pasó.

José Lupia