Con un estilo que en sí mismo tienta los extremos -un gusto barroco que de pronto se concreta y se hace plano nítido, sin revés-, que encara tanto un relato como un poema que reinventa palabras, este libro se abre para intentar otro camino, ése plagado de preguntas y descubrimientos. Con intensidad, la escritura de Ricardo Czikk se aventura a ir de la luz a la sombra, y de vuelta, porque una y otra se llaman, se requieren. Ir, de la contradicción a la paradoja, y aprender a permanecer en la tierra de lo incierto, de la poesía. Como una miniatura que sin embargo puede desgajarse infinitamente: como una nuez, reino de Hamlet, que es capaz de contener el universo.
En definitiva, como un libro que sólo cerramos para volver a abrir:
"Estuche negro
sorpresa en su contenido
un muerto, una alhaja
un sinfín de ideales
y mi deseo
de no transitar."
Karina Macció
*
No hay nada
como una esquina vidriada
vidriosa
el tacho naranja explota
la sirena es fondo
la espera de una luz
vadear ese flujo
que me amenaza
ahí.
*
El sol atraviesa los espesos cortinados
del lujo imponente, la torre en que me siento
mi vista se perturba en la pantalla cegada
y no puedo sino ver lo que se va descorriendo
en el camino del horizonte
añosas perforaciones en el sitio dedicado
enroscados peñascos sin verdín.
Algunos pueden (yo le temo al mar)
bordear costas sin fin/dosificar sus esfuerzos/paladear
la llegada
brujulean hacia un remanso
las estrellas marcan a fuego el sino.
Sentado trato de ver si veo
floto en una mecedora sin apoyo fijo
un contoneo me humedece.
El sol deja su lugar a la luz.
Y en la recta al faro
hallo por fin
un punto de sustentación
un punto, apenas.
Ricardo Czikk