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La escritura como proceso de captación de lo real, de eso habla este libro. Y sin embargo, lo real ¿qué será? ¿Eso que vemos, percibimos? ¿Lo que pone en marcha nuestros sentidos? ¿O sucede adentro y se va destilando? Hay que esperar, como lo hacía Bresson. “Aprieto suevemente ese gatillo/ y corto una porción de realidad -como de pizza-/ que hasta antes no existía”. La metáfora de la fotografía sirve para indagar la creación poética, los textos como fotos dice Mario Nosotti. Entonces la luz y la oscuridad, inevitablemente cargadas de filosofía, literatura y arte se ponen en primer plano. Es imposible que no se revelen en su densidad cultural. Pero justamente y ante todo, lo que busca este libro es poner en escena esa dialéctica, mejor dicho, esa danza ineludible entre lo que brilla y lo que se halla en sombras, mostrarlo, que la lengua diga, más allá del autor, lo que tiene que decir. O bien, que al menos se desnude en sus procedimientos, en sus titubeos, en el registro ínfimo de los destellos que nos impactan, con la incertidumbre pero el deseo de que el azar nos permita descubrir el punctum, como propone Barthes, ese pinchazo o herida que nos expone en lo más íntimo, que nos toca. El proceso de fotografiar despliega imágenes inolvidables que se animan con sonidos cuidadosamente elegidos, música tenue, irresistible, que muestra “La barbarie del aire y de la luz”, “(…) lo oscuro donde tiemblan/ ínfimas letras blancas”.

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